Página 5 - Gua didactica Noche muy oscura

Versión de HTML Básico

5
3. Nosotros también tenemos miedo
Por supuesto, por ser mayores no nos hemos desprendido de nuestros miedos. Saber reconocerlo ante
nuestros pequeños y explicarles cómo lo afrontamos puede ser de gran ayuda.
A veces nos cuesta transmitir nuestra preocupación hacia sus actos porque prevemos unas
consecuencias peligrosas; hemos de ser cautos. Explicar esas acciones derivadas sin traspasar a los niños
y a las niñas nuestros propios temores debe ser un objetivo fundamental.
Sugerencia:
hacer un cartel para la puerta de la clase o de la habitación que indique que los miedos
se pueden ir por donde han venido.
4. Van creciendo y es normal…
Conocen más situaciones, dejan en la cuneta algunos miedos, pero otros se empeñan en seguir
dentro de su mochila. A los ya conocidos (miedo a los extraños, a las caídas, a ciertos ruidos...) se van
añadiendo otros que inevitablemente también están ahí para ayudarlos en su camino. De este modo,
aparecen en escena los “miedos imaginarios” relacionados con monstruos, con fantasmas, con
la oscuridad e incluso con algún personaje de los dibujos que se cuela en su cama.
Sugerencia:
quizá la realización de un diario donde se “cuenten” los sueños nos ayude
a ver que no somos los únicos con miedos.
5. Ante todo, calma
Es imprescindible transmitir tranquilidad. Por muy angustiados que estemos, debemos recordar
que somos un referente directo, que tenemos la obligación de ser un tronco en medio del mar
en el que saben que siempre se podrán refugiar sin que mostremos (al menos delante de ellos)
una preocupación mayor por la situación que nos toca gestionar.
6. Pasito a pasito
Vaya, te da miedo el perro de la vecina que te mira ansiosamente desde el otro lado del descansillo.
Todas las mañanas sale a hacer pis a la misma hora que tú vas al colegio. Sabes que siempre va atado,
sabes que tú vas de la mano de papá, pero aun así...
Forzar al niño o a la niña a acercarse al perro sin más no parece buena idea, debemos pensar un plan
que nos permita avanzar cada día un poco más. Por mucho que lo razonemos, no conseguiremos nada
de este modo. En cambio, si nos vamos situando más cerca día a día, si una mañana preguntamos
a su dueño cómo se llama y en otra ocasión qué costumbres tiene, o qué le gusta comer —“¿acaso
come niños con pecas…?”—, y finalmente nos interesamos por saber cómo se le acaricia, tal vez así
logremos avanzar en la superación de este tremendo miedo que nos acompaña.
Sugerencia:
trataremos de no dar importancia a los pequeños pasos hacia atrás y sí celebrar
los positivos.