Página 5 - Gua Qanik rompio el hielo

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4. La importancia de respirar
Frecuentemente solemos confundir el autocontrol emocional con la represión de las emociones,
pero el autocontrol pasa por identificar lo que te está ocurriendo y por saber darle salida. Un exceso
de tristeza, angustia o ira mal gestionadas puede llevarnos a tener problemas de relación con
los otros y con nosotros mismos, al no entender lo que nos está ocurriendo y sentir que se nos escapa
de las manos.
Sugerencia:
ese “dolor entre las costillas que casi no nos deja respirar” es algo que como adultos
podemos ayudar a solucionar con unos sencillos pasos de relajación que nos llevarán a estabilizar
y a controlar las situaciones que pueden provocar dicho estrés o descontrol emocional.
5. Las reglas están ahí por y para algo
Hay reglas que son indispensables en el desarrollo de la convivencia, pero en
ocasiones, al desconocer su origen y su finalidad, cuesta mucho atenerse a ellas.
Si hemos de repetirlas en demasía y observamos que no se llevan a cabo más
que bajo nuestro control, quizá ha llegado el momento de variarlas, sustituirlas
por otras más cómodas o modificar parte de su esencia.
Para llegar al autocontrol y seguimiento de las normas es tan importante
conocerlas como comprenderlas. ¿Y si las hacemos entre todos? ¿Y si
marcamos esas normas de convivencia desde la experiencia del grupo y nosotros
introducimos las que faltan, planteando situaciones que sirvan de ejemplo y que
expliquen la necesidad de añadirlas? Es mucho más difícil saltarse las normas
cuando las hemos marcado nosotros...
Sugerencia:
un mural que recoja nuestras normas de convivencia puede ayudarnos a mejorar
la cotidianeidad.
6. Esperar en consecuencia
Aquello de “no pedir peras al olmo” también es muy importante. Hay
que recordar que son pequeños y están aprendiendo como esponjas,
pero que el autocontrol se debe considerar a pequeña escala. No
podemos pretender que se comporten como adultos, saltándose
estadios del aprendizaje porque algo nos estaría fallando por el
camino. Incluso nos podemos cuestionar en ocasiones si entienden
realmente lo que se les está pidiendo o lo que estamos esperando
de ellos. Debemos prestar especial atención a esto último, y utilizar
el lenguaje como una herramienta y no como un obstáculo
de entendimiento.
Sugerencia:
¿y si probamos a cambiar el recurrente “lo siento” tras una disputa,
por un “qué puedo hacer para que te sientas mejor”? Así conseguiremos que los conflictos tengan
unas consecuencias positivas y la posibilidad real de limar asperezas.