Alumno - page 27

4. El teatro europeo del siglo
xvii
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Tarea final
Realizad una
lectura dramatizada
de algunos
pasajes de la obra de Shakespeare:
En grupos de tres alumnos,
escoged la pieza. Preparad una
presentación oral que incluya
un resumen del argumento y una
caracterización de los personajes.
Con ayuda de vuestro profesor
o profesora, elegid algún
fragmento representativo y
ensayad su lectura en voz alta.
Un miembro del grupo presentará la
obra ante la clase y los demás se
repartirán los papeles durante la
dramatización.
Guía para el comentario
De la producción dramática de
Shakespeare,
se ha escogido para
el comentario un fragmento de
El sueño de una noche de verano,
una de sus comedias más conocidas. Para redactar tu análisis, ten
en cuenta las actividades que se proponen.
Análisis del contenido
1
Escucha el fragmento y resume su contenido.
2
¿Cuál es, a tu juicio, el tema principal del texto?
3
Analiza las referencias al espacio donde transcurre la acción.
4
Intenta aclarar las alusiones mitológicas del texto.
Análisis formal
5
¿A qué aspecto de la representación se refiere la acotación?
6
Analiza los recursos estilísticos del texto.
7
¿Qué modalidad textual aparece en este fragmento?
8
Identifica rasgos lingüísticos característicos de las funciones
expresiva y conativa.
Contextualización
9
Redacta una contextualización completa del fragmento: gé­
nero literario, autor, época en la que fue escrito y movimiento
o corriente literaria en la que se encuadra.
10
¿Con qué otra obra de Shakespeare podría relacionarse la
conversación que mantienen los personajes?
11
Sitúa la obra a la que pertenece dentro de la clasificación
del teatro del autor que has estudiado en esta unidad.
12
Reconoce en el texto algunos de los rasgos temáticos y for­
males propios del teatro de Shakespeare.
Acto I, escena I
H
eRmia
.—
Suplico, señor, que me perdones. No sé lo que
me ha dado valor ni si es conveniente a mi recato
defender ante ti mi pensamiento. Mas te ruego, mi
señor, que me digas lo peor que puede sucederme si
me niego a casarme con Demetrio.
t
eSeo
.—
La pena de muerte o renunciar para siempre al
trato con los hombres. Por tanto, bella Hermia, exami­
na tus deseos y mide bien tus sentimientos. […]
(Salen todos menos L
iSandRo
y h
eRMia
).
l
iSandRo
.—
¿Qué tal, mi amor? ¿Por qué tan pálida?
¿Cómo es que tus rosas se han mustiado tan deprisa?
H
eRmia
.—
Tal vez por falta de lluvia, que bien podría dar­
les con diluvios de mis ojos.
l
iSandRo
.—
¡Ay de mí! A juzgar por lo que he leído o lo
que he oído de casos reales o fábulas, el río del amor
jamás fluyó tranquilo. O había diferencia de rango…
H
eRmia
.—
¡Qué cruz! Ser noble y no poder prendarse
del humilde.
l
iSandRo
.—
… o edades dispares y no hacían pareja.
H
eRmia
.—
¡Qué cruel! Ser vieja y no poder casarse con
un joven.
l
iSandRo
.—
O depender de la elección de los tuyos.
H
eRmia
.—
¡Ah, infierno! ¡Que elijan nuestro amor ojos
de otros!
l
iSandRo
.—
O, si había consonancia en la elección, ase­
diaban al amor enfermedad, guerra o muerte, volvién­
dolo fugaz como un sonido, veloz como una sombra,
efímero cual sueño, breve cual relámpago que, en la
noche oscura, alumbra en su arrebato cielo y tierra y,
antes que podamos decir «¡mira!», lo devoran las fau­
ces de las sombras. Así de rápido perecen ilusiones.
H
eRmia
.—
Si los amantes encontraban siempre estorbos,
será porque es ley del destino. Soportemos pacientes
nuestra pena, pues es cruz que de antiguo se ha lle­
vado, y tan propia del amor como los sueños, suspiros,
ansias, deseos y llanto que siempre le acompañan.
l
iSandRo
.—
Buen parecer. Entonces, oye, Hermia: tengo
una tía viuda, señora de grandes rentas y sin hijos.
Reside a siete leguas de Atenas, y yo soy para ella como
su único hijo. Allí, querida Hermia, puedo desposarte;
allí no pueden seguirnos las rígidas leyes atenienses.
Así que, si me quieres, escápate esta noche de casa de
tu padre y, en el bosque, a una legua de la villa, don­
de una vez te vi con Helena celebrando las fiestas de
mayo, allí te esperaré.
H
eRmia
.—
Gentil Lisandro, por el arco más fuerte de
Cupido, por su flecha mejor de punta de oro, por
las palomas de Venus, candorosas, por lo que une
almas y al amor exhorta, por el fuego en que ardió
Dido de Cartago cuando vio zarpar al falso troyano,
por cuantas promesas el hombre vulnera (más de las
que nunca mujeres hicieran), te juro que en ese lugar que
me has dicho mañana sin falta me veré contigo.
William
S
hakeSpeare
El sueño de una noche de verano,
en
Teatro selecto,
Espasa Calpe
COMENTARIO DE TEXTO
El sueño de una noche de verano
Titania
(1910), por B. Pankok.
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